be-live-collection-marienPor Manuel Gilbert
PUERTO PLATA.-Los problemas de un municipio, de una provincia ni de un país no se resuelven de una vez y por todas, ya que no bien se les da solución surgen nuevas tareas y nuevos desafíos qué hay que enfrentar eternamente.
Todo lo dicho precedentemente evidencia que la lucha por el desarrollo es perpetua y eterna, por lo que sólo se ganan batallas, no así la guerra, tornándose en lucha interminable, lo que la convierte en un estado de beligerancia sin fin.
Eso quiere decir que son problemáticas sin solución de continuidad, repitiéndose una y mil veces, reeditando la estrategia de Penélope de tejer de día y destejer de noche para no terminar el paño que hacía, para no ser infiel a su ausente, aventurero y amado Ulises, el Odiseo.
Otra metáfora a la que puede recurrirse para ilustrar este rompecabezas es la narrativa sobre Sísifo, personaje mitológico, condenado a subir una piedra pesada a la cima de una montaña, tarea eternamente inconclusa.
Desde su creación como demarcación turística prioritaria en el año 1968, Puerto Plata ha estado sometida a esa vida pendulante, a veces, y circular en otra, despegando y aterrizando.
Como parte de ese ciclo, expresado en un sube y baja, en la actualidad Puerto Plata disfruta de un ascenso envidiable del turismo de cruceros, el cual acusa un auge tremendo, que la convierten en líder en ese renglón.
No así en lo que al turismo aéreo se refiere, el cual ha venido ralentizándose desde mediados de la década de los 80 y alcanzó su punto de quiebre en el año 2001, siguiendo una trayectoria zigzagueante.
Ese descenso, a veces acentuado y en ocasiones menos pronunciado, hoy se ha agigantado y se ha erigido en una amenaza seria para su hotelería, que registrada una ocupación habitacional baja histórica.
El nivel ocupación de habitaciones este año está entre las peores que se registra en los anales del turismo receptivo de masa que arranca en 1980, con el comienzo de las operaciones del hotel Jack Tar Village de Playa Dorada.
Como consecuencia de estos tiempos de vacas flacas los hoteleros están procurando de manera desesperada hallar la fórmula que saque la industria hotelera del desesperante fondo del precipicio en que ha caído.
Debido a que los hoteleros no han contado con recursos ni una adecuada estrategia para remediar su calamitosa situación, Puerto Plata dejó de ser en once años el destino número uno del país, cayendo a la cuarta posición, por detrás de Punta Cana, Santo Domingo y Santiago.
Solo puede salvar a Puerto Plata la intervención rápida, decidida y permanente del gobierno del presidente Luís Abinader y del ministerio de Turismo, construyendo cuanto antes la Autopista del Atlántico, para incrementar el flujo del turismo interno.
De la misma forma, motivando a inversores extranjeros a construir hoteles de nueva generación y realizando, cuando se creen las condiciones, una gran campaña de promoción del destino bien focalizada en los destinos emisores más susceptibles de ser conquistados a corto, mediano y largo plazos.
(Continuará)