12143069_1226914150667748_1676861851215945027_nPor Rubén De Peña Márquez

Al momento de escribir este artículo, estoy con mi familia de regreso a Miami después de ocho horas excepcionales en Puerto Plata, tras el viaje inaugural a AmberCove abordo del Carnival Victory.

Para toda mi familia fue motivo de alegría y orgullo extremos al contemplar el derroche de belleza de la Bahía de Maimón, al abrigar el singular y pintoresco puerto de AmberCove, el más hermoso de los que he visto en los siete diferentes cruceros que he tenido la oportunidad de participar.

Y no solo mi familia y yo tuvimos esa opinión. Pude compartir con docenas de otros viajeros, los cuales opinaron lo mismo en cuanto a la pintoresca belleza del entorno, que daba la bienvenida al Victory cual novia esperando ser desposada en una aventura perenne del renacer del turismo de cruceros. Y no solamente sobre la belleza de AmberCove y Puerto Plata, también muchos comentaron acerca de la amabilidad de la gente, lo cual a nadie debió extrañarle en vista de la naturaleza hospitalaria innata del puertoplateño, que no se limita exclusivamente hacia los extranjeros.

Pero también debo confesar que me mataba la curiosidad por descubrir qué opinión negativa experimentaron los turistas y tripulantes en este primer viaje del Victory. Para ello, decidí hacer una mini “investigación periodística” no científica, simplemente preguntando al azar a varias familias de diferentes nacionalidades y grupos étnicos. He aquí los resultados:
· La familia Piñeiro, de Argentina, destacó que lo único negativo fue la gran distancia que tuvieron que caminar desde el barco hasta la zona de taxis, por ser personas mayores, y sugirieron que talvez el sector público o privado ofrezca transporte en carritos eléctricos tipo golf o similares, para evitar la fatiga acentuada por el sol abrasador.

· La familia Jackson, afroamericanos de Tennessee, se quejaron de que en las tiendas que visitaron se demoraban mucho en calcular el equivalente a dólares de las mercancías, y sugirieron que haya una cartilla del equivalente a dólares de los productos en base a la tasa de cambio del día.

De hecho, yo pude comprobar esto último al regresar al puerto cuando compré una lata de café molido dentro del recinto portuario (al habérseme olvidado hacerlo en la ciudad). A propósito, la lata me costó $10.50. También, uno de mis hijos quiso comprar un cuadrito de madera con varios caramelos típicos. Aunque parecía un bonito arreglo artístico, casi me caigo de bruces cuando me “calcularon” que el costo era de $40 dólares.

Volviendo al caso de la familia Jackson, también se quejaron de que no les aceptaban monedas para pagar y solamente querían los billetes. Pero lo más grave, acotaron, fue que al pagar una cuenta, de por ejemplo $19.20, y les entregaban una papeleta de $20, se negaron a entregarle el vuelto “porque no tenían cambio”.

Ellos piensan que esto es una práctica deshonesta que debe corregirse, aunque el vuelto sea de un solo centavo, consistente con la práctica comercial estadounidense.

· La familia Smith, caucásicos del estado de Georgia, se quejó de que un taxista “de los verdes” dentro del puerto, les cobró $35 dólares por una sola ida para llevarlos hasta el parque central. Después se enteraron con unos amigos que salieron hasta la carretera y tomaron el transporte público que la travesía les costó menos de $5, ida y vuelta. Ellos sugirieron que el precio del transporte de taxi regularizado se rebaje drásticamente, sobre todo por el gran contraste en precios con el transporte público.

· La familiar Nieves, de Puerto Rico, quedó totalmente fascinada, pero dijo que los precios en las tiendas de regalos en Puerto Plata, están “por las nubes” en comparación con otros destinos turísticos. También se quejaron del gran caos en el transporte público, sobre todo por la gran cantidad de “motoras”[motoconchos].

· Por último, tuve la oportunidad de reunirme con tres tripulantes, que me pidieron que no usaran sus nombres oficiales, por lo cual los identifico en este escrito como “María” de Honduras, “Marcos”, de Panamá, y “Erasmo” de Colombia. Los tres coincidieron de la belleza impresionante de AmberCove y sus alrededores, pero también se quejaron de los exorbitantes precios del transporte de taxi desde el puerto hasta la ciudad.

Uno de ellos corroboró la historia anterior de la familiar Smith, en el sentido de que quisieron cobrarle $70 de ida y vuelta para llevarlo al centro de Puerto Plata. “Erasmo”, en particular, dijo que “las autoridades de Puerto Plata deben ponerse las pilas, porque eso es un abuso.

Nosotros, como miembros de la tripulación somos una parte vital en informar a los turistas de qué lugares evitar en algunos de los puertos que visitamos. También, la Carnival sigue buscando otras opciones para sus cruceros. Por ejemplo, para el próximo año, se está contemplando construir dos puertos en Cuba”.

Por supuesto, esto es solo un sondeo no-científico que no necesariamente refleja la opinión de todos los cruceristas, incluyendo los miembros de la tripulación del Victory. No obstante, esto debe ser un motivo de preocupación y actuar con determinación, sin importar las consecuencias políticas, en la pronta erradicación de las amenazas contemporáneas que pueden atentar con el renacer del turismo de cruceros tan esperado por los puertoplateños.