Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
La variación de los patrones o límites en que se desenvuelve una cultura gastronómica puede producir arcadas onáuseas y vómitos(= muestras de reprobación) en las personas de dicha cultura gastronómica frente a un plato para el cual mentalmente no están preparadas o condicionadas.
Del entierro pomposo del caballo de Lovera con cortejo fúnebre materializado en Puerto Plata en mil ochocientos sesenta y seis (1866) al acontecimiento que aquí narro transcurrieron unos ciento ocho (108) ó ciento nueve (109) años: creo que fue en el año mil novecientos setenta y cinco (1975)que tuvo lugar, si mal no recuerdo.
Para el año que trato de precisar se apareció o surgió en Puerto Plata un nuevo empresario cuya empresa consistió en instalar un restaurantconsistente en una enramada o especie de quiosco rectangular como local techado con abundante material vegetal seco de los que se usan sobre el techo para hacer los quioscos típicos.
El restaurant en cuestión fue bautizado como «Restaurant Pizzería Blanco«: Blanco porque así le llamaban al propietario de dicho restaurant.
El señor Blanco tuvo la ocurrencia de para la inauguración de su restaurant y pizzería hacer una gran convocatoria pública a través de todos los medios de comunicación radiales de la Provincia de Puerto Plata; entonces estaba muy de moda, en pleno apogeo, la transmisión radial de AM (Amplitud Modulada) y cuatro (4) emisoras en dicho sector se hacían la competencia (Radio Puerto Plata, La Voz del Atlántico, Radio Isabel de Torres y La Voz de la Libertad); desde dichas emisoras las ondas hertzianas llevaban el anuncio a todos los confines de la Provincia de Puerto Plata sin excepción; igualmente mandó a imprimir volantes en la impresora de mi padre; y, también, contrató una guagüita anunciadora para que la misma propagase en la ciudad la nueva noticia que él quería esparcir.
La propaganda realizada fue tan efectiva que en todo el pueblo cada vez que asomaba algún viso de alguna de aquellas modalidades de propagandas inmediatamente la inauguración de un restaurante, de ese restaurante, se convertía por obligación en tema a conversar entre las personas próximas entre sí.
¿El motivo de que necesariamente el surgimiento de un nuevo restaurant se convirtiese en motivo de prácticamente necesaria conversación y comentarios?
Hasta el punto de la propaganda todo hubiera sido normal de no ser porque el contenido de la misma, en cada una de las expresadas modalidades, hacía alusión expresa a algo que no era normal en nuestro medio social.
Con esa extraña alusión el nuevo empresario de restaurant, señor Blanco, buscaba dar a conocer de manera impactante e inolvidable a todo el público en general que empezaría a existir y funcionar ese nuevo restaurant que estaría localizado, como en efecto lo estuvo, en la Avenida Luis Ginebra próximo a la Urbanización Atlántica, de la ciudad de Puerto Plata.
El señor Blanco con semejante propaganda tan impactante buscaba al final hacer parroquianos, habitués del nuevo restaurant;hacer de su nuevo negocio una nueva «guarida« gastronómica.
En fin, el brillante empresario de nuestra crónica o narrativa tuvo para su época una especie de «touche« tulilesco (tulilesco por Tulile el músico de las ocurrencias para llamar poderosamente la atención, quien si acaso para la época ya estaba vivo me imagino que a lo sumo sería o un niño o, como mucho, un adolescente en ciernes).
El señor Blanco, pues, acudió a la extravagancia como forma de atraer poderosamente la atención del público.Y lo logró.
Según las noticias llegadas de dicha parte Este del pueblo se produjo un gran lleno, un lleno total, tanto dentro como fuera del local del restaurant recién instalado: el sitio estaba lleno de bote en bote: desbordado: rápidamente se expandió por todo lo largo de la acera de caminar a pie: hubo que arrendar más sillas de las que el mismo señor Blanco se había imaginado que se tendrían que buscar para que el público se sentase a ejercitar hasta lo más hondo o profundo su doble curiosidad de espectador y de comensal, pues los que allí fueron fue para presenciar un espectáculo inusual, totalmente fuera de perspectiva, algo no concebible de ordinario por nuestras mentes.
¿Qué fue lo que ofreció el empresario señor Blanco que tanta arrebato de curiosidad su ocurrencia consiguió coronando con creces su ingenio de inventarse algo llamativo y tan fuera de serie?
Lo que el empresario señor Blancoofreció fue:… ¡Invitar a todo el público de la Provincia entera de Puerto Plata a asistir a degustar un caballo horneado, a comer un caballo asado…! ¡…Asado como si se estuviese hablando de un cerdo o chancho o puerco que es como normalmente comemos los dominicanos a dicha especie y muy particularmente en Navidad…!
Un verdadero fusilamiento o sacrificio de un caballo tuvo lugar en aras de la propaganda del nuevo restaurante y para poder realizarse aquella inauguración.
Asaltados por la curiosidad que no ni por el hambre ni por la gula así llegaron a aquel lugar millares de personas no sólo a ver el espectáculo en cuestión, sino a participar en el mismo de modo activo, esto es, degustando, saboreando lo que se les ofrecía asado.
No un puñado de corajudos dominicanos allí se hizo presente.No eran pocos comensales: era todo un literal ejército de comensales; ni era poca la curiosidad de éstos individuos que desconocían plenamente a qué expectativas gastronómicas se entregaban.
Aquel ejército de comensales asaltó, tomó, pues, aquel lugar picado y asaltado dicho ejército,a su vez, por una curiosidad inmensísima.
Aquella extravagancia propagandística y aquella extravagancia gastronómica produjeron aquella barbarie del gusto, aquella extravagancia del gusto.