Después de la degradación mía y de mis seguidores en las fuerzas armadas y de ser condenados todos nosotros por un tribunal marcial al confinamiento a este mundo y a explorarlo para informar sobre el desenvolvimiento de la vida en el mismo, me fue concedida patente para probar la fidelidad al Líder Supremo de los miembros de la nueva especie con la que éste había decidido proceder a habitarlo. Las únicas restricciones para ello eran las que acaso el Líder Supremo me fijara. Es decir, yo no tenía límites para mi tarea, salvo si él los fijaba previamente.
La disciplina de mi formación militar me había dotado de una voluntad de hierro ajena a toda sensibilidad y a todo sentimiento de piedad.
Esa vida militar que tuve y mi consiguiente participación en tantas confrontaciones militares y el lidiar tanto con subordinados como con prisioneros me permitió conocer lo que era la simulación en sus más variadas vertientes, por eso podía distinguir con facilidad al sincero del insincero y si consideraba que la simulación era perfecta acudía tanto a los extremos más sutiles como a los extremos más violentos y terribles que yo consideraba necesarios para quitarle el ropaje y desnudarla.
Aprendí a desconfiar de todo y de todos. Nunca me equivoqué y mis métodos, por más terribles que fueran a los ojos de otro, siempre me dieron resultado y confirmaban mi convicción sobre el sujeto que mis ojos visualizaban. Yo era perfecto y mis creencias eran perfectas y por ello mis acciones también eran perfectas. Consideré que yo era tan o más perfecto que el Líder Supremo.
La equivocación no existía para mí. Hasta que se produjo mi desencuentro con el Líder Supremo que dio lugar a mi rebelión seguido por una tercera parte del ejército del cual había sido Comandante y por los reptiloides con los cuales incurrí en el error de pactar (el único error cometido por mí durante mi vida) y que culminó con la condena, a mí y a los míos que sobrevivieron a la lucha cruenta que ocasionó la rebelión, a quedarnos en este planeta con las encomiendas ya mencionadas.
Cumplíamos nuestras misiones y con rigor estricto yo rendía los informes, lo cual hacía casi siempre por los medios de comunicación electrónica de la pequeña nave con la cual se me permitió quedarme por el rango de la dignidad que llegué a alcanzar y como instrumento para cumplir con las órdenes que recibimos. Así me familiaricé con todo y con todos en el planeta, pero siempre a la distancia pertinente, es decir, tratando de pasar de la manera más desapercibida posible.
Uno de aquéllos seres, de la nueva especie bajo mi observación, para mí era un gran simulador, pero mi atención sobre él nunca había pasado de ahí hasta que un día fui convocado para reunirme con el Líder Supremo a bordo de la nave principal de la flota.
La convocatoria estaba redactada como dirigida también a otros comandantes que anteriormente fueron subordinados míos, pero que se fueron del lado del Líder Supremo.
Después de hecho por mí el saludo militar de rigor al Líder Supremo, éste me preguntó:
–¿De dónde viene usted Comandante?
Entonces yo le respondí:
–De recorrer el planeta y de andar por él, Señor.
El Líder Supremo me hizo una pregunta muy particular sobre si yo me había fijado en el comportamiento de un hombre cuyo nombre mencionó y que resultó ser aquél que para mí era un gran simulador.
–…Porque no hay ninguno como él sobre el planeta: es un hombre intachable y recto, temeroso de mí y apartado del mal –me dijo el Líder Supremo–.
Yo le respondí:
–¿Acaso teme él a nuestro Líder Supremo de balde? ¿No ha hecho Usted una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Usted ha beneficiado el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado. Pero extienda ahora Usted su mano en sentido contrario y toque todo lo que tiene, y Usted verá si no lo maldice a Usted.
Entonces el Líder Supremo me encomendó poner a prueba a ése sujeto, pero me advirtió que no lo matara.
–¡Hecho, Señor! –le respondí y le hice el saludo militar de despedida saliendo así de la presencia del Líder Supremo–.
Mientras me iba de vuelta al planeta iba pensando en la obsesión del Líder Supremo sobre obtener seres llenos de bondad, pensé que lo más seguro era que seguía explorando las consecuencias de este último experimento suyo de poblar a este planeta con la especie creada a partir del clon suyo con las facultades naturales del Líder Supremo suprimidas, con que comenzó dicho experimento; igualmente iba pensando en cuáles sufrimientos usar: la desposesión de propiedades, el arma del rayo, el arma del viento tormentoso, el arma bacteriológica de los carbuncos o la de los forúnculos, etcétera.
…Bajé al planeta a cumplir con esa misión particular que me fue encomendada respecto de éste Job…