Si me tocara la circunstancia de defender al ciudadano Juan Carlos Morales Capellá, en cualquier instancia judicial, en el más intrincado tribunal de justicia y frente a cualquier incriminación de incriminadores decididos, lo haría con orgullo, determinación y entusiasmo, procurando que su caso sea cubierto enteramente por un sol de justicia.
Ello no implicaría, ¡Quede esto bien claro!, suplantar el derecho de aquellos que, sintiéndose perjudicados por la caída, nunca deseada de un negocio, han acudido a los reclamos de sus bienes o intereses en riesgo.
Me colocaría el traje de abogado del bien y de una íntegra justicia (la que todos deseamos). Y en un rol protagónico así, tomando la investidura del postulante equitativo, demandaría de los magistrados (Ministerio Público y jueces tutelados en el juicio), amparar su veredicto, desde las fases iniciales, hasta la parte conclusiva, en la atenuación de las imputaciones contra la familia Morales-Pla.
Y ello tiene una razón que sobrepasa las líneas de lo eminentemente jurídico y procedimental.
Ocurre que, a una gran parte de los hijos de Puerto Plata, la tierra que vio nacer, crecer y desarrollarse a Juan Carlos Morales y a su esposa Lourdes Pla de Morales, le ha resultado, doloroso hasta el alma; tormentoso hasta los tuétanos y desgarrante hasta el más sensitivo sentimiento humano, el caso que los incrimina y que incluye al hijo del matrimonio Juan Carlitos Morales Pla, en el doloroso hecho que hoy se ventila en la justicia.
Acciones justicieras, hechos sensatos y manifestaciones equitativas deben favorecer a la gente de buena voluntad de un pueblo… hasta en el más exigente tribunal y frente a las autoridades más estrictas… y más aún, cuando se trata de gente que ha dedicado su vida a servir a la sociedad, sin otra motivación que no sea la del espíritu magnánimo, espléndido y generoso; y de un amor al prójimo, que a ha traspasado siempre las barreras de lo increíble y lo prodigioso.
La familia Morales Pla, entiéndase Juan Carlos y doña Lourdes como cabeza, lo ha dado todo por Puerto Plata, en todo momento y en toda circunstancia.
Desde el infeliz menesteroso, hasta el que no podía valerse por sí mismo, todos encontraron auxilio atiemposo y clemencia de rostro risueño, en don Juan Carlos y doña Lourdes, en todo momento y en todo tiempo.
Nadie duda y todos ponderan en Puerto Plata, el que, el corazón de ellos, se colocó siempre al servicio de las necesidades más apremiantes y de las causas más nobles.
Y algo más: Obrando así: Juan Carlos y doña Lourdes han alcanzado el tiempo de la ancianidad. Los dos sobrepasan la edad de 80 años, y su entrega por la gente no ha variado todavía una pulgada. En muy pocas veces pudo palpar Puerto Plata a ciudadanos tan entregados por el bienestar de los demás… a gente tan cubierta de ternura, de cordialidad y de adhesión con el dolor ajeno.
Casos como los de la entrega incondicional a favor del prójimo de Margarita Mears, don Bubul Limardo, Martina Alfonseca de Peguero y don Hugo González López, sólo se recrean en Puerto Plata con los ejemplos portentosos de la familia Morales-Pla.
JUAN CARLOS MORALES
VALOR DE LA PATRIA Y HEROE DEL 14 JUNIO.
El solo hecho de conocer que Juan Carlos Morales fue de los héroes más templados de la gesta patriótica que libró el movimiento 14 de Junio junto al pueblo dominicano, enfrentando con valor la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo, ha de servir, para que lo situemos en un espacio de deferencias, consideraciones y respeto.
Pero además, muchos ignoran que Juan Carlos Morales Capellá, es nieto consanguíneo del presidente Carlos Morales Languasco, (quien gobernó el país de 1903 a 1906), con las fallas e imperfecciones propias de los seres humanos, pero con una rígida y valiente defensa del interés nacional.
Pero se menciona en estos escritos a Morales Languasco, no tan sólo porque ejerció el poder político en momentos estelares de la historia dominicana, y porque desde la presidencia de la República, también enfrentó males ignominiosos contra la salud de la patria, sino porque era hermano, por la parte paterna del trinitario Juan Isidro Pérez, cuya madre Chepita Pérez de la Paz, era propietaria de la casa donde se fundó la sociedad secreta la Trinitaria en 1838, sociedad gloriosa, genitora de la fundación de la República.
Juan Isidro Pérez, conocido en la historia dominicana como “el ilustre loco”, fue el patriota que en 1844, cuando Juan Pablo Duarte, fue hecho prisionero en Puerto Plata por orden de Pedro Santana, vino a esta ciudad y pidió que lo hicieran presidiario juntamente con el fundador de la República.
Y así fue. Ambos permanecieron confinados en el llamado Cubo de Mora de esa fortaleza, hasta que llegó la orden de deportación del patricio, con el estigma de “traidor a la patria”.
Duarte y Juan Isidro fueron trasladados hasta la Torre del Homenaje en Santo Domingo y desde allí expatriados hacia Hamburgo, Alemania.
Conociendo la pureza, el valor y el valer del fundador de la Trinitaria, Juan Isidro Pérez había solicitado que lo deportaran juntamente con Duarte.
Aunque Juan Carlos Morales no había venido a la vida cuando se sucedían estos acontecimientos, una sangre como la de Juan Isidro Pérez, que era también la que corría por sus venas, insufló en su pensamiento las ideas de la libertad, frente a los males que asestaba a la Republica la tiranía de Trujillo.
Entonces, ese Juan Carlos Morales… ese pariente tan cercano de Juan Isidro Pérez, se enroló en la lucha contra ese régimen de horca y cuchillo.
La acción antitrujillista en la que tomó parte junto a un crecido grupo de patriotas, fue descubierta, y Juan Carlos Morales fue hecho prisionero con los demás conjurados. Esos fueron los primeros dominicanos que se enrolaron en el Movimiento Revolucionario 14 de Junio que hoy conocemos como los integrantes de la Raza Inmortal.
El lugar donde fue llevado el grupo de enemigos de Trujillo, fue la cárcel de La Victoria y después a las ergástulas de las crueles torturas de “La 40”,
En ese lugar, Juan Carlos Morales y sus compañeros de jornada patriótica, enfrentados al oprobio de la tiranía trujillista, recibieron vejaciones, escarnios y ultrajes inenarrables, por un solo pecado: luchar con valor por librar al país de los horrores de ese régimen oprobioso.
Y LEAN ESTO: Un puertoplateño de mirada horizontal, llamó en estos días al autor de estos escritos para preguntarme, si pude ver el reportaje de Alicia Ortega sobre el caso de la financiera de Juan Carlos. Le dije que me habían comentado sobre el caso.
Y el amigo me dijo: ahí se cometieron abusos, injusticias e iniquidades contra la dignidad de la familia Morales-Pla.
Y me señaló el amigo: Si tienes oportunidad, pregúntale a Alicia Ortega, ¿Dónde estaba ella cuando Juan Carlos Morales se consumía en las mazmorras de la cárcel de La 40, recibiendo golpeaduras y torturas inclementes… cuando su vida se colocaba a un paso de la muerte en medio de aquel infierno.
¿Dónde estaba ella, Alicia Ortega, cuando Juan Carlos Morales, tenía que salir corriendo con riesgos de muerte para poder salvarse de los calieses de Trujillo, pertenecientes al SIM, Servicio de Inteligencia Militar que lo tenían fichado y marcado como enemigo de ese régimen indolente?
¿Dónde estaba ella, cuando a Juan Carlos Morales. Le daban de bofetadas, y escupían en el rostro, lo sentaban en la silla eléctrica y les sacaban las uñas en medio de las torturas infernales?
JUAN CARLOS MORALES, DESPUES DEL AJUSTICIAMIENTO DE TRUJILLO
Muchos puertoplateños recuerdan a Juan Carlos Morales en la Huelga general de 1962 en que el pueblo demandaba la salida del país de los remanentes de Trujillo tras la caída de la satrapía. Eran situaciones de riesgos muy peligrosos. Pero él y otros puertoplateños, aceptaron el reto.
Todos le vimos preocupado por la situación de los más necesitados en momentos en que la gente demandaba comida y atenciones de todo género para poder superar aquellos momentos difíciles.
Juan Carlos tomó en sus manos, casi toda la responsabilidad de aquella realidad peliaguda y los puertoplateños le veíamos trajinar de arriba abajo, buscando paliar situaciones embarazosas por la que atravesaban los más afectados.
Después, cuando gobernó el Consejo de Estado, Juan Carlos fue designado Gobernador de Puerto Plata y luego desempeñó las funciones de Síndico del Municipio de San Felipe. Hubo un tiempo en que desempeñó concomitantemente las dos funciones, dejando recuerdos hermosos.
Se pusieron en práctica sus dotes de magnanimidad, preocupación social y pronunciado altruismo.
LA VIDA HA SIDO MUY DURA
CON LA FAMILIA MORALES- PLA
A pesar de una vida dedicada a entregarse por los demás y vivir ocupando, por muchos años un rol de samaritanos en Puerto Plata, Juan Carlos y doña Lourdes han atravesado un océano de lúgubres oleajes, por el que han tenido que transitar con sollozos y desazones.
LA PARTIDA A DESTIEMPO, la muerte inconsolable de su primera hija, la niña Damaris Morales Pla, a comienzo de los años 80, una criatura que deseaba vivir porque amaba la vida, convirtió el hogar en un océano de lágrimas y en un crepúsculo de lamentaciones y congojas.
A pesar de los esfuerzos y voluntades para detener una enfermedad inclemente, (cáncer en el estómago), nada pudo hacerse para preservar la existencia de aquella rosa tierna y perfumada del jardín puertoplateño.
Y los clamores de los Morales Pla, llegaron hasta el cielo.
HAY QUE RECORDAR, QUE DOÑA LOURDES, que había visto desde niña el seno familiar convertido en bendiciones celestiales, con dos farmacéuticos de su propio abolengo, llenando de salud a Puerto Plata, pasó por la tristeza de verlos partir a ambos hacia la eternidad de Dios, dejando en el pueblo un manto de pesar, porque se habían ganado el corazón de todos.
Se trataba de don Guelo Pla, su progenitor, un hombre de estirpe supra-hacendosa; y de Mingo Pla, un dechado de virtudes acrisoladas y una especie de guardan de la salud de Puerto Plata, su tío genético.
Cuando se ausentaron esos dos troncos del amor fraterno de la tierra de Isabel de Torres, parecía que se apagaba el sol en el entorno de la familia Pla y en toda la región norteña. Eran, dos golpes incontrastables, indecibles intolerables.
Pero el tiempo de las consternaciones, no había terminado en ese entorno familiar. la madre de Juan Carlos, doña Rosa Capellá de Morales, mencionada por muchos ciudadanos cariñosos, como “la madre de los puertoplateños”.
Esa dama, que había vivido días tortuosos durante la persecución de Juan Carlos por los aparatos trujillistas, y que incluso tuvo esconderse junto a varios de sus 13 hijos para evitar ser vejada y ultrajada…Esa dama a quien Juan Carlos y todos, amaban entrañablemente, murió tras una severa enfermedad, un día del año 2095.
LUEGO, EN EL AÑO 2007, JUAN CARLOS MORALES, volvió a contemplar de cerca el manto lúgubre de una muerte inesperada, cuando su nieto adorado de 15 años de edad Carlos Eduardo Morales Vásquez, hijo de Juan Carlitos Morales Pla, murió en un fastidioso accidente automovilístico. Fue un suceso triste y desgarrador, y que cortó las alas de los vuelos promisorios a un muchachito que se perfilaba como una estrella en varios campos del devenir humano.
El dolor por esa pérdida, entristeció el corazón de Puerto Plata. Unos años después, Juan Carlitos Morales, llevó hasta el pueblo de Cuba la noticia de que su hijo fallecido, quien era un apasionado deportista, era el único que en Puerto Plata, desde sus años infantiles, abrió las puertas de la amistad y la solidaridad entre Cuba y Dominicana, ya que divulgó en la tierra de Gregorio Luperón las ideas del apóstol cubano José Martí.
En Cuba eso fue interpretado como que Carlos Eduardo, apoyó con mucha entrega la labor que realizaba en República Dominicana la Sociedad Cultural José Martí.
El reconocimiento a Carlos Eduardo Morales en Cuba, consistió en bautizar con su nombre lo que se llama: Área de Desarrollo Cultural de la sociedad José Martí, en la Habana, Cuba.
MERECIMIENTOS DE LA FAMILIA MORALES PLA.
MIRAR a Juan Carlos Morales, con sus brazos trémulos… ese temblor incesante en sus manos y brazos, parecido a la enfermedad de Parkinson, sobrecoge el alma y golpea, sobre todo en estos días, el espíritu sensible de la gente.
Y es que, Una familia así, que ha vivido dramas tan sobrecogedores, y que, puede decirse, se acerca al ocaso de sus días hábiles con los achaques propios de los años, debe merecer un trato extremadamente humanitario,. Compasivo y considerado. POR EL AMOR DE DIOS…
Porque aun en medio de la situación difícil, las palabras más enfáticas de Juan Carlos Morales, en relación con los bienes que les son reclamados, son estas; Voy a pagarles a todos…
Con ello demuestra, que sigue siendo el mismo hombre honesto y decoroso que un día inspiró a un compueblano a calificarle como: ¡El mejor ciudadano de Puerto Plata!
Piensa uno, que este es el mejor momento para devolverle a Juan Carlos Morales y Lourdes Pla de Morales, la gratitud, trajeada de compasión, con que ellos han premiado a Puerto Plata y al país por muchos años.