Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
La noticia expresa más remota sobre la existencia de ingenios y trapiches en Puerto de Plata data del año mil quinientos veinte (1520), pero todo apunta en la dirección de que tales ingenios y trapiches son anteriores a esa fecha, pues poco después de su llegada en mil quinientos dieciséis (1516) los frailes jerónimos escribían a la Corona diciéndole: «En lo que ahora entendemos, Señor, es en dar orden como se hagan algunos ingenios de azúcar en los pueblos que están cabe puerto de más;…«
Es muy probable que la posición geográfica de Puerto de Plata con su puerto natural contribuyese a que desde la temprana época en que los padres jerónimos decidieron cambiar la base económica de la Isla imbuidos para tal propósito por la perspectiva humanista con que los clérigos venían enfocando la situación a que habían sido reducidos los indígenas, habitantes de la villa de Puerto de Plata (como en todo el resto de la colonia) y personas con intereses en ella con capacidad económica se decidiesen a invertir en lo que parecía ser un negocio promisorio.
Otro factor que para ello incidió es también el de que cercano al puerto de Puerto de Plata existe el río San Marcos que para esa época tuvo que haber tenido un caudal más poderoso que el que llegamos a conocer los puertoplateños para la década de los sesenta y comienzos de los setenta del siglo XX como corriendo por su lecho, pues fue a sus orillas que se instalaron los dos ingenios de que hace mención Oviedo existían en Puerto de Plata en mil quinientos veinticinco (1525).
La idea de establecer estos ingenios a orillas del mencionado río tiene su explicación. Mientras el ingenio se diferencia del trapiche en que este es movido por fuerza animal, aquel tenía una rueda con paletas que tenía que ser movida por un fuerte chorro de agua para comunicarle, a su vez, por medio de un sistema de engranaje, movimiento a la principal de las masas que tienen por objeto moler la caña a fin de sacarle el sumo. Ese chorro de agua era provocado por medio de un ingenioso procedimiento: el agua era llevada a través de un canal al final del cual se producía un salto que provocaba el chorro. Además, el terreno de los alrededores era ideal para la siembra de la caña de azúcar, y lo demuestra el hecho de que aún para antes de instalarse la actual zona franca de San Marcos lo que se venía sembrando allí mismo y en los alrededores era la gramínea y que la que ahí germinaba era, según pude saber, de muy buena calidad.
Esta es otra razón práctica que favoreció el que allí se instalasen esos ingenios ya que la caña una vez cortada es muy dada a pudrirse por lo que hay que molerla antes de los dos días de haberse procedido a cortarla, por lo que se ahorraba así cualquier inconveniente que pudiese surgir con su transportación en el caso de que ella fuese traída desde lugares bastante alejados de la villa. Ahora bien, con esto no pretendo descartar la posibilidad de que efectivamente en otros lugares de Puerto de Plata fuese sembrada la gramínea para ser vendida a los propietarios de alguno o de los dos ingenios y transportarla hasta el lugar de la situación de estos.
También se acudía en los trapiches al uso de la fuerza animal, de caballos (como también podían proceder al uso de animales vacunos), para darle vueltas a la rueda moledora.
En su obra Historia de las Indias, Oviedo narra que hacia mil quinientos veinticinco (1525), además del ingenio de Ayllón y de Ceballos, «Dos hidalgos naturales de la cibdad de Soria, que se llaman Pedro de Barrionuevo e Diego de Morales, vecinos de la villa de Puerto de Plata, hicieron otro muy buen ingenio en aquella villa; y es muy gentil heredamiento.« «En la misma villa de Puerto de Plata hicieron (e hay) un buen trapiche de caballos Francisco de Barrionuevo, gobernador que fue de Castilla del Oro, e Fernando de Illiescas, vecinos de aquella villa, y es muy buena hacienda.« «En la misma villa de Puerto de Plata tienen otro trapiche de caballos Sancho de Monesterio, burgalés, y Joan de Aguilar; y es muy gentil heredad.«
Asi, tenemos como explotadores de la caña de azúcar en la villa de Puerto de Plata: a Vásquez de Ayllón, a Francisco de Ceballos, a Pedro de Barrionuevo, a Diego de Morales, a Francisco de Barrionuevo, a Fernando de Illiescas, a Sancho de Monesterio y a Joan de Aguilar; es decir, a ocho (8) sujetos o individuos.
Algunos de éllos eran funcionarios activos de la administración, de la burocracia colonial, y otros lo habían sido: así, por ejemplo, Lucas Vásquez de Ayllón era Oidor (es decir, Juez) de la Real Audiencia; Francisco de Ceballos era autoridad en la villa de Puerto de Plata: era regidor y visitador de la villa; Diego de Morales: era vecino y regidor de la villa; Francisco de Barrionuevo fue funcionario de la Corona.
Estas ocho (8) personas detentaban el mayor poder económico de la villa de Puerto de Plata: eran la élite económica de la misma, conformaron una oligarquía del azúcar en ella, en algunas de dichas personas confluían el poder político y el poder económico, en fin: eran el summun de la autoridad social desde el punto de vista económico.