Semana Santa es un espacio de tiempo que se dedica para recordar la Pasión de Cristo. Esta inicia el Domingo de Ramos y finaliza el Lunes de Pascua, es decir, tiene una duración de una semana y un día.
En medio de estos días de conmemoración, se destacan el Jueves Santo y el Viernes Santo. Este año 2022, el Papa Francisco presidirá la Liturgia de la Palabra, la Adoración de la Santa Cruz y la Santa Comunión en la Basílica de San Pedro a las cinco de la tarde, mientras que, a las 21:15 horas, presidirá en el Coliseo el Vía Crucis, al final del cual dirigirá sus palabras a los fieles e impartirá la Bendición Apostólica.
«El Viernes Santo nació para conmemorar el día de la muerte de Jesús (el 14 del mes de Nisan, un viernes). Antiguamente era un día de luto en el que se participaba mediante el ayuno, que luego se extendió a todos los viernes del año», según consigna la página Vatican News.
Era de luto para recordar a Jesús que va al jucio con Poncio Pilato, gobernador de Judea, y es condenado a morir en la cruz.
En este día Jesús lleva a cabo su vía crucis, durante el que los soldados lo someten torturas a que incluyen latigazos y la colocación de una corona de espinas. Así mismo, lo obligan a llevar la cruz de madera con la que debe caminar hasta la cima del monde del Calvario, lugar donde será crucificado con dos personas.
La liturgia del Viernes Santo se compone de tres momentos: Liturgia de la Palabra, Adoración de la Cruz y Comunión. En este día y a través de esta liturgia, se invita a los fieles a fijar su mirada en Jesús, el Crucificado. Cristo murió en la cruz para llevar a cabo la misión de salvación que el Padre le había confiado: «He aquí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo».
«Él -dice Isaías- tomó sobre sí nuestros sufrimientos, cargó con nuestros dolores, y nosotros lo juzgamos castigado, golpeado por Dios» (Is 52,13-53,12). Jesús pagó con su vida el precio más alto por nuestra desobediencia, y lo hizo con amor y por amor: «Jesús, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que os enriqueciérais con su pobreza» (2 Cor 8,9)».
Y recomienda: «A la sombra del Viernes Santo, cada uno de nosotros puede ponerse ante la cruz y confrontarse con el Señor Jesús sobre sus propios problemas, sus dramas, sus propios sufrimientos. Todas las cuestiones de la vida están iluminadas por la Cruz, hasta el punto de que podríamos decir realmente que «el corazón tiene razones que la razón no entiende». Hay que seguir al Señor Jesús en el amor, hasta el final. Como Él nos ha amado.