Al llegar a la funeraria y entrar a la capilla donde velaban sus restos, confieso que me sentí orgulloso . No solo por la cantidad de personas allí congregadas y las coronas cuyas flores destilaban aquel extraño aroma sino y más, por la calidad moral de quienes le daban en aquel momento un espaldarazo a la familia de José Jacobo.
El ministro de la Iglesia Anglicana Episcopal a la que cuantas veces pudo asistió el extinto, explicaba a los presentes los misterios de la vida y de la muerte.
Algunos trozos de las Escrituras cristianas eran leídos y se entonaron las estrofas del hermoso y significativo himno Busca a Dios.
Uno que a veces “priva” en “duro” sentía como cada perno, cada tornillo se flojaba y se iban cayendo las armaduras como caen las hojas de muchos árboles en Verano.
Las palabras pronunciadas por doña Venecia García ante el cadáver del amigo, terminaron de abrir las viejas cerraduras de mi alma, y las aguas empezaron a lubricar mis ojos.
¡Cuánta gratitud! ¡Cuánta entereza brotaba de su corazón!
¡Cuánta firmeza! ¡Cómo se le notaba vibrar de honda emoción! ¡Cuántas verdades expresadas en tan corto tiempo!
José…te fuiste en medio del clamor de la Patria que gime por mejores oportunidades para todos.
¡Buen viaje amigo!
ramiro_francisco@yahoo.com