Por Lic. Gregory Castellanos Ruano
Mientras en la retórica cotidiana se reproducen eslóganes de un estado ideal, en todo ese telón de fondo de pura simulación la brutal ironía de las circunstancias manipuladas teje una espantosa parodia de la vida a la que todavía, increíblemente, llaman «Colegio de Abogados«, lo cual ha devenido en ser un espacio caricaturesco situado en el último grado de descomposición, en la última fase de esta en que el olor de la podredumbre conduce a la visualización de la pus.
El negocio planificado y llevado a la práctica ameritaba y amerita monopolizar cada uno de los órganos del CARD. Es así como allí se produce el reparto infame que comienza por la Junta Directiva, toda una maraña de malas hierbas.
Ahí se ha asentado y anidado una especie de estirpe delincuencial que borda, capitaneada por su tristemente célebre presidente Miguel Alberto Surún Hernández, el prontuario de acontecimientos criminales y delictivos con un Inventario con una gama tan variada que ha asumido el desgajar a aquél que por efecto de la Ley de Adam Smith se contrata la instrumentalización sicaria del Colegio de Abogados para su persecución y su juicio disciplinarias, y así bordar, a su vez, lo que le permite su acumulación originaria…
…Que desgaja y borda, que destruye y crea, es decir, destruye al objetivo y con ello crea riqueza para sí.
Es de viejo sabido que la perversidad lleva a desnaturalizar las instituciones, que las desviaciones que pueden darse, como en efecto se han dado ahí, no son «chiquitas«…
Se ha aterrizado en una directiva `marioneta` que es una Asociación de Malhechores comparable a la MAFIA de Al Capone. …Algo que debería ser inconcebible en el estado actual de nuestro Derecho…
Tan profundo y obscuro es el abismo en que ha caído el CARD que allá abajo, al final del fondo, se le ve zambullido en la pira. Todo producto de haber sido arrastrado ciegamente al abismo por bandidos literales que tienen una reputación que aterra producto de ser grotescos personajes congelados en su maldad y en su avaricia.
Sus hechos y sus imposturas tejen una configuración que revienta las costuras de los trapos hediondos de su simulación.
El abismo llama al abismo. El CARD, en los eclipses espasmódicos de la moral de su personal dio un salto cualitativo involutivo para tornarse en una criatura repulsiva, grosera, inaugurando, así, toda una época en la Historia del Crimen. Bajo la capitanía referida de Miguel Alberto Surún Hernández entró de lleno por la puerta del Artículo 265 del Código Penal; entró en directo y en vivo dentro del círculo descriptivo de dicho Artículo 265 del Código Penal.
Las sombras que rodean al CARD son muy obscuras, por lo que soportar ni tan siquiera la idea de estar vinculado con semejante patán por la matriculación obligatoria es algo que llena de vergüenza.
El capitán de todo ello ntró allí «con ojos de cerdo«, muy específicamente de chancho fenicio, de jabalí depredador, que, a la vez, comparte otra naturaleza de la misma etnia, la de ser un clown fenicio digno, por su indignidad, de ser figurante de aquella segunda sinfonía que le ofreció el músico macedonio a Gog, y rehusada por éste, titulada «El Delirio de los Gallos Titanes«.
Mientras los interesados borregos que lo siguen para conformar dicha asociación se dedican a sus obscuras tareas, a sus aventuras trazadas en las líneas descriptivas del Artículo 265, simultáneamente se dedican, como él, a evacuar sus simuladas señales de humo en las espantosas horas de negrura, en los desfiladeros de abajo, en esos obscuros reinos que éllos mismos se han fabricado y que desvelan la decadencia del CARD.
Del abismo en que ha caído, por las entre muchas cosas turbias que desde ahí manejan a su antojo, el CARD ha adquirido una fama infame. Así saldrán el referido capitán y sus capitaneados de ahí, con una fama infame, la cual desvergonzadamente la vienen ostentando desde hace ya varios años, para pesar del cascarón del CARD pataleante y gemebundo, que hace pensar en un fantasma en la agonía.
El y sus asociados dejarán un cadáver de institución a la que vampirizó y vampirizaron, envuelto dicho cadáver en el estrépito de hierros revueltos, retorcidos, por sus prédicas insinceras, falsas, de simulador.
Quien venga detrás de él y de sus borregos tendrá la gigantesca tarea de prácticamente realizar un milagro: una resurrección del CARD desde la nada… Pues lo sórdido hizo presa de la entidad soñada por un soñador llamado Fernando Hernández Díaz.
El y éllos saldrán de ahí con un bagaje enorme de cajas contentivas de confidencias incomunicables, de confesiones incomunicables, todas relatos de la misma naturaleza marcada, que querrán mantener como un «Secretum«, pues ellos a cambio le ofrecieron el silencio cómplice, de coasociados, en su estado más genuino de pureza.
Mientras en otros países todo esto sería un escándalo inacabable, como los gremios norteamericanos cuando su cúpula es infiltrada por sindicalistas que usan métodos delincuenciales. Como ocurrió con Jimmy Hoffa, para citar el caso más tristemente célebre de ese país.
Uno tiene que terminar preguntándose si los integrantes de los supuestos «controles« (¿?) del supuesto «Estado Social y Democrático de Derecho «(¿?) alguna vez se han parado a pensar acerca del obscuro mundo al que pertenecen por el sólo hecho de aquella matriculación , pues uno lo que piensa es que no y que ni siquiera les interesa… Que para nada les interesa…
Precisamente por eso es que desde esa madriguera en que se aloja esa Asociación de Malhechores los ahí metidos se creen en un plano «de igual a igual«, es decir, quienes habitan esa madriguera creen que hablan «de luz a luz«, cuando la realidad es que, por la incuria de esos supuestos «controles« (¿?) que con la misma se han degradado al plano complicitario, de lo que se puede hablar con propiedad es «de obscuridad a obscuridad«.