PUERTO PLATA.-El Salón de la Fama de Grandes Ligas atrae cada año a miles de fanáticos que llegan hasta su sede en Cooperstown para aprender sobre la Historia del béisbol y además conocer cuáles son las Estrellas homenajeadas, lo que representa una experiencia inédita que vale la pena vivir.
Gracias al empeño del Comité de Puertoplateños Residentes en Estados Unidos (COPROPUSA) y de su presidente Jesús Burgos más de 160 puertoplateños participaron en las exaltación al Salón de la Fama dé Cooperstow de Pedro Martínez, Vladimir Guerrero y David Ortiz.
Los que nos enrolábamos en esta aventura fascinante que muchos quisieran vivir por ser una tremenda vivencia, teníamos que levantarnos bien temprano llegar a tiempo e
al lugar escogido para abordar el autobús que nos conduciría a la Meca del béisbol de las Grandes Ligas.
Paulatinamente íbamos arribando al punto de reunión, la 179 Street y Broadway Avenue, vías situadas del condado de Manhattan, estado de New York, donde desde bien temprano nos esperaba un gigantesco autobús con capacidad para 55 pasajeros, que siempre era llenado a plena capacidad.
Mientras llegaba el momento de partir hacia Cooperstown, previos los saludos de rigor, nos dedicábamos a conversar y a hacer chistes, para que la espera de la salida hacia nuestro lejano destino no fuera tan tediosa y el largo camino resultara más placentero y menos tedioso.
A medida que íbamos llegando al lugar introducíamos en el maletero del vehículo sillas, alimentos, bebidas de diversos tipos, sombrillas y otras cosas de mucha utilidad para pasarla bien desde el arribo y nuestra prolongada estadía al Pabellón del Béisbol de la Gran Carpa.
Después del ritual de acomodar en orden nuestras pertenencias indispensables que llevábamos la a Cooperstown, una villa del condado de Otsego en el estado de New York, lugar que se dedica al estudio de la historia del béisbol en los Estados Unidos y el resto del globo terráqueo.
El recorrido desde la Gran Manzana hasta el Salón Nacional de la Fama de Béisbol, que es un museo semi oficial dirigido por entidades privadas, fue creado el 12 de junio de 1939 por la Fundación Clark y la principal inversora fue la empresa fabricante máquinas de coser Singer, es agradable y ameno.
Además de deleitarnos con los paisajes a ambos lados de la espaciosa autovía, los cuales son espectaculares y fascinantes, dentro del autobús siempre ha habido un ambiente festivo, aderezado con chistes, cuentos, anécdotas, canciones y consumo de bebidas espirituosa, gaseosa y agua.
Tras casi cuatro horas del viaje que por su larga extensión cansa los fondillos de los viajantes, se arriba a Cooperstown, iniciándose la odisea de encontrar el lugar donde las autoridades que dirigen el tránsito asignen un espacio al conductor para parquear el autobús.