Deje a Dios tranquilito, señor Presidente. No lo meta a resolver el lío de la criminalidad reinante. No lo ponga a bregar con las corrompidas estructuras que dominan este Estado, su policía, su DNCD, su partidocracia morada, blanca, azul, colorada…No lo mortifique esgrimiendo el conmovedor asesinato de Franchesca y otros parecidos. Por favor, no lo incluya en esas investigaciones.
Déjelo descansar, sonreír y ocuparse de las cosas celestiales. No transfiera responsabilidades. No le asigne al diosito tareas que le corresponden a Usted. No delegue responsabilidades terrenales propias de quien ejerce funciones de primer mandatario de la nación. Chúpese ese cajuil.
Confieso que no es tarea fácil, especialmente para políticos como usted. Pero el problema a resolver es suyo. Por herencia política, por compromiso electoral, por responsabilidades pasadas y presentes de la cúpula morada a la cual pertenece. Por los aliados que escogió en el plano social, económico, político e ideológico. Por optar por el capitalismo, las privatizaciones, el clientelismo, la política como comercio, la impunidad como reino protector y las alianzas como viles repartos. Por su subordinación a la globalización neoliberal y su determinación de co-gobernar y pactar con estructuras policiales, militares, empresariales, partidistas… sumamente corrompidas.
Así se termina aceptando la camisa de fuerza que conduce a centenares de casos Franchesca, Darío Contreras y plantas al carbón sobrevaluadas, conexiones con la procesada ODEBRECHT, EDES que engañan a FONPER, casos Quirino para uso político, sicarios policiales y militares impunes, OISOE pestilente, fiscales y jueces venales, re-postulaciones caras e inescrupulosas, compra de partidos y cambios de funcionarios que no cambian nada. Se pierde credibilidad.
Sucesivos cambios de jefes encargados de prevenir y perseguir el crimen en medio de un auge en espiral de la delincuencia de Estado y común, indican que el problema es crónico, estructural, sistémico, multi-causal y, a la vez, incontenible con maniobras mediáticas, anuncios y prácticas de “mano dura”, rotaciones e invocaciones al rey del denominado “más allá”.
Estado y gobierno, abrazado y protegiendo delitos mayores, pierde autoridad y capacidad para condenar el crimen común, igualmente deleznable. Delincuencia puede matar delincuencia solo para reproducirla.
Por eso me permito decirle que esto no se arregla ni con usted ni con otro presidente/a montado sobre este sistema en descomposición. Más bien tiende a agravarse, sin que su Dios particular lo ayude.
Por eso mi candidata es la Constituyente Popular y Soberana, para cambiarlo todo.