«…los múltiples aspectos que eternamente está exhibiendo la gran máquina del universo con los ocultos engranajes y resortes que los producen,…« (Adam Smith: La teoría de los sentimientos morales)
Después de los Estados Unidos y de la desaparecida Unión Soviética (substituída esta por la República de Rusia), poco a poco, a partir de los años noventa del siglo XX y muy acentuadamente en los años de las dos primeras décadas que siguieron al año dos mil, otros países, como China, India, Israel, etcétera, enviaron naves al espacio exterior, unas para colocar satélites de comunicación y de vigilancia, otras para colocar nacionales en órbita alrededor de la Tierra, otras para llegar a nuestra Luna, etcétera. Así, paulatinamente el reducido club de potencias vinculadas al espacio vio acrecentada su membresía.
Pronto fue común en el espacio exterior entre la Tierra y la Luna la presencia de misiones en naves no tripuladas y en naves tripuladas de diferentes nacionalidades.
Después del contacto hecho con el General Yúpurov hubo que dejar sin efecto todo tipo de comunicación a través de las ondas hertzianas y, por gravedad, se caía igualmente en la alta exposición que podría generar atreverse a implementar un proyecto espacial en medio de semejante manifiesto peligro. Transcurrieron muchos, pero muchos años con las comunicaciones limitadas a las diferentes modalidades de cable que se pusieron forzosamente en boga para impedir que cualquier mensaje pudiese llegar al espacio exterior y que aquella raza guerrera y caníbal, ancestral y no muy lejana de ser de las primeras en antigüedad de este Universo, captase la existencia de la raza humana haciendo uso de las comunicaciones por vía de ondas radioelectromagnéticas. Y durante todos esos mismos largos años de cautela, de silencio, también se abandonaron los proyectos de vuelta al espacio. El miedo a exponer a la raza humana a la extinción con semejante peligro llevó a ambos aspectos.
Unos cincuenta (50) años después de silenciada absolutamente la comunicación radioelectromagnética se consideró que había pasado el peligro en cuestión y los hombres se atrevieron a enviar a congéneres suyos nuevamente al espacio exterior próximo al planeta Tierra.
La Humanidad comenzó a familiarizarse nuevamente con nuevos nombres de módulos espaciales: los «Tiangong« (= Palacio Celestial) (chinos); los«Chandrayaan« (= Viaje a la Luna) (indúes); los «Bereshit« (= Génesis) (judíos), etcétera. Y en eso estaban muchos científicos y técnicos invirtiendo su tiempo y su entusiasmo: en la reanudación de encaminar nuevos proyectos espaciales dando pasos en puntos próximos a nuestro planeta.
Pero en medio de este despertar de los viajes humanos al espacio algo ocurrió.
De repente fue un fenómeno repetido el hecho de que las naves no respondían a las comunicaciones con sus respectivas bases en la Tierra.
Un silencio siniestro y de mal agüero se convirtió en presagio de alguna desgracia desconocida, pero temida.
Los grupos de ingenieros y técnicos en las bases respectivas de los países afectados de la Tierra se esforzaban en activar los sistemas de tele-mando de las cámaras para tratar de lograr ver a qué se debía aquel silencio sepulcral que se había alojado siniestramente dentro de aquellos módulos espaciales.
Cuando finalmente lograron reponer el funcionamiento de dichas cámaras las escenas que vieron fueron alarmantes, atroces, crueles en formas inimaginables: un espectáculo asaz macabro se abrió ante sus ojos y estos, a su vez, fueron desmesuradamente abiertos a causa de la naturaleza horrible de aquellas escenas que tenían frente a sí a través de las cámaras, a la par que los que estaban sentados dieron un brinco de espanto.
-¡Santo Dios! ¡Las puertas del infierno se abrieron allá arriba para éstos pobres infelices! -Fue una de las tantas exclamaciones de horror que brotaron de los labios de quienes desde los receptores de imágenes se encontraron bruscamente con las imágenes inesperadas que comenzaron a transmitir las cámaras desde las diferentes estaciones espaciales que fueron violentadas junto con sus ocupantes -.
Cada uno de los tripulantes mostraba claras señales de mutilaciones, de cortes, de rasgaduras acusadas y de mordeduras sobre su carne evidentemente realizadas por dientes y colmillos muy robustos: aquéllos cosmonautas habían sido víctimas de alguien o de algo que se los había estado comiendo. Más repugnantes no podían ser las imágenes de los cadáveres con esas características flotando en la ausencia de gravedad al igual que pequeños, medianos y grandes pedazos desprendidos de dichos cadáveres, entre ellos miembros o extremidades completas que habían sido cercenados de los cuerpos; también era apreciable mucha sangre de ellos, la cual subía y bajaba; unas veces se dividía en pequeñas gotas que luego volvían y se unían dentro de las naves para adoptar las más diversas formas y tamaños debido a dicha ausencia de gravedad (en numerosas ocasiones tomaban formas de cortinas que ondulaban). Lo que se apreciaban eran imágenes propias de una carnicería, las únicas diferencias eran que esta estaba ubicada en el espacio sideral en ausencia total de gravedad y que la carne exhibida era de humanos.
Esos hombres y mujeres murieron lejos, en el terrible vacío de obscuridad espantosa e igualmente fueron víctimas de una muerte espantosa.
Si esfuerzos se hicieron para lograr que el sistema de las cámaras se reactivase, más esfuerzos se realizaron para lograr acceder al sistema de grabación de video y sonido incorporado a dichas cámaras, pero todo esfuerzo en este último sentido fue en vano.
Las víctimas, verdaderos héroes de la Humanidad, se habían atrevido a aventurarse en el espacio exterior desarmados, sin la más mínima pizca de conocimiento de qué podía haber allí donde se habían internado, lo mismo que sin la más mínima pizca de conocimiento de cómo poder «defenderse« en semejante lugar «de algo con vida que pudiese atacarles«.
Hombres de la Tierra habían sido atacados y comidas buenas partes de sus cuerpos apenas en puntos extremadamente cercanos a este planeta, no hubo necesidad de internarse en las alejadas profundidades del espacio exterior para sufrir una experiencia tan terriblemente dolorosa como esta.
Si asombro y horror causaron aquellas escenas horribles en los primeros en verlas (los científicos, los ingenieros, los técnicos y los gobernantes relacionados con cada programa espacial), más asombro y más horror causaron en el resto de la Humanidad cuando las mismas fueron dadas a conocer como parte integrante de la noticia desoladora. El resto de la Humanidad, de inmediato, sembró en su pensamiento colectivo que algo peligroso había allá arriba y que ese algo peligroso se había cebado en esos humanos que habían tenido la valentía de salir al espacio exterior próximo y se razonaba que si eso era en el espacio exterior tan próximo al planeta qué no sería en las profundidades del espacio remoto.
El número de víctimas que se cobraron aquellas aventuras en aquellos módulos espaciales produjo una desmoralización general en las naciones que los fabricaron, por ser apreciable la pérdida de los hombres y mujeres que se habían enviado al espacio exterior, pero la pena y la tristeza cundió también entre los restantes diferentes países del mundo al ser de conocimiento de todo el planeta la tragedia ocurrida; una profunda pena, una profunda tristeza arropó a los habitantes del planeta Tierra. El mundo, la Humanidad, se cubrió de luto, de un luto muy sentido.
En las conversaciones y análisis que se sostenían en las reuniones de científicos y autoridades en cada uno de los países afectados con aquella tragedia era común el siguiente planteamiento que sostenía alguno en algún momento:
-Es evidente que «lo que penetró« al interior de cada uno de esos módulos es algo inteligente, un ser inteligente; dos circunstancias son esclarecedoras en ese sentido: primero, el hecho de lograr acceder a cada uno de los módulos abriéndolos no se sabe cómo; y, segundo, el hecho de obviamente haber borrado las grabaciones del sistema de memoria de las cámaras porque sabe lo que es un sistema de memoria de cámaras.
Cuando las autoridades de cada uno de dichos países decidieron intercambiar impresiones por video-conferencias sobre la tragedia común y protocolizaron la forma y la administración del uso de la palabra de quienes intervendrían, observaciones de ese tipo se convirtieron en un punto de consenso entre los numerosos científicos así comunicados entre sí.
Una voz exponente por su elocuencia se alzó entre todas aquellas y expresó:
-Como se sabe: estamos afligidos bajo la opresión del horror: desde la profunda obscuridad del espacio una presencia malvada nos ha estremecido y horrorizado a todos… Sólo se me ocurren ideas horribles sobre todo… Todas las misiones de científicos aquí reunidos hemos compartido informaciones y hay un detalle que también es común a cada uno de los ataques perpetrados y es que en todos los sistemas de grabación o registros de imágenes de nuestros sistemas de radares de larga distancia enfocados hacia los respectivos módulos tripulados aparece un punto que hemos analizado que es de un tamaño más pequeño al de cada uno de los módulos y es de naturaleza metálica por los sonidos que hemos analizado. No se trata de algo conocido, pero de ser una nave (que es lo que yo creo) no es una nave de un tamaño considerable: sería una nave bastante reducida, sumamente pequeña, pienso que quizás una nave usada para reconocimiento y combate por alguna civilización alienígena. El hecho de que sea lo que sea lo que está dentro de ese puntito casi apenas perceptible por nuestros sensibles radares de larga distancia, es un ser no terrestre que se ha estado alimentando de carne humana; tengo despierta en mí la sospecha de que es posible que se trate de alguna nave que por alguna razón, técnica (cual que fuere) expresada a través de algún obstáculo concreto, quedó rezagada por aventurarse en alguno de los planetas de nuestro sistema solar cuando hace ya mucho tiempo atrás pasó cerca del mismo el convoy de aquella raza ancestral guerrera y caníbal de la que nos previno el General Yúpurov, del planeta Mendol, de una galaxia lejana a esta y en representación de aquella asociación de civilizaciones extraterrestres que hace mucho tiempo visitó el planeta Tierra y se identificó como enviado de la misma. El tiempo que ha transcurrido desde aquella lóbrega amenaza de exterminio de la raza humana es enorme y por eso creo que «el rezagado« perdió desde entonces toda comunicación con su raza, que duró muchos años para lograr sobreponerse y poder salir del lugar donde cayó y, al parecer, sus congéneres lo dieron por perdido. Es posible que su sistema de comunicación con los de su raza siga afectado, eso lo añado dentro del conjunto de la cadena especulativa que reconozco que es todo esto, pero como ustedes comprenderán estoy tratando de razonar sobre la base de hechos y circunstancias que me llevan hasta ahí. No creo que sea la primera vez que ocurre un fenómeno de pérdida o rezago de algún viajero estelar al atravesar nuestro sistema solar, esto lo digo porque tengo la creencia de que la inmensa mayoría (si no todos) de esos dioses atroces devoradores de carne humana, de que nos hablan textos de la Edad Antigua, a los que les tiraban seres humanos para que se alimentasen porque las autoridades, por lo general sacerdotes, creían que de lo contrario esos dioses se vengarían destruyendo a sus respectivos pueblos, reitero, creo que eran seres de otros lugares del espacio que llegaron a nuestro planeta probablemente en situaciones parecidas a las de mi teoría especulativa. Si lo que yo creo es lo real y que es todo lo que les he expuesto a todos ustedes, pienso que tenemos entonces varias opciones frente a lo que hay dentro de ese puntito metálico que se acercó a cada uno de nuestros módulos y los estragó devorando a sus tripulantes: una, nos armamos de paciencia y esperamos a que la necesidad lo obligue a tener que bajar a nuestro planeta para poder volver a alimentarse y entonces o lo atacamos para aniquilarlo o lo atrapamos para estudiarlo. Esta última opción es sumamente seductora, pero no conocemos la tecnología con que este ser pueda confrontarnos y el riesgo podría ser catastrófico para la existencia de toda la raza humana. El riesgo mínimo con que podríamos encontrarnos es que éste ser dentro de su arsenal tenga un patógeno, un arma bacteriológica capaz de extinguir con gran facilidad la vida humana en nuestro planeta. Mi opinión particular es que aprovechemos que tenemos su nave ubicada en estos momentos y que, en ese lugar del espacio próximo a nosotros en que está, nuestra tecnología nos permite lanzar un ataque que lo destruya. Yo prefiero que nos aventuremos a atacarlo y destruirlo en ese lugar, pues no sabemos la magnitud de la amenaza que ese ser que está ahí dentro podría representar para nosotros si esa forma de vida lograse llegar hasta aquí abajo, aún en las condiciones de limitaciones en que parece encontrarse. Mi tesis, señores, es la de que un acechador, un depredador terrible ha viajado envuelto entre las sombras más obscuras. Eso que permanece entre las sombras más oscuras ahí arriba y podría llegar hasta aquí abajo está localizado. No creo que esta sea hora para el ámbito de la indeterminación.
…Después de estos razonamientos y de esa última taladrante expresión («No creo que esta sea hora para el ámbito de la indeterminación«) vertida por el científico último que hizo uso de la palabra, ningún otro hombre de ciencia la pidió para opinar al respecto. Las autoridades interconectadas que dirigían aquella video conferencia dijeron las expresiones protocolares de cierre, salvo el previo acuerdo de ellas solas, las autoridades políticas, seguir deliberando al respecto durante los tres días siguientes.
Poco antes de vencerse los tres días en cuestión un silo de Kentucky se abrió y desde el mismo se elevó con un rugido abrumador un cohete Titán con una nariz nuclear con cinco (5) kilotones, los científicos y las autoridades de los países afectados vieron cómo el puntito desaparecía de las pantallas de los radares de largo alcance orientados hacia aquel puntito…
-¡Ojalá y ése haya sido el único extraviado para que no sigan ocurriendo muertes tan horribles como las que se han producido! -Musitó para su consciencia aquél científico-.