gregory castellanosPor Lic. Gregory Castellanos Ruano

La tarde había caído, la penumbra de la noche comenzaba a hacer presencia con tendencia a predominar, pero era el momento en que todavía los ojos podían ver entre la obscuridad que comenzaba a reinar en  una época de escasa iluminación, pues la iluminación artificial de hoy no existía.

El dueño de la casa de la calle Imbert esquina calle Antera Mota, frente a lo que sería  la Ferretería Canahuate, de Puerto Plata, venía de una diligencia que había hecho en la parte Sur de la ciudad, pasó el Puente de Las Guineas, entró al pequeño tramo que constituye la calle que en su trayecto Este-Oeste empalma con la calle Imbert para finalmente comenzar a caminar por esta con el propósito de llegar a su casa.

No se veía un alma. Las casas de la calle Imbert estaban cerradas, sus gentes se habían recogido temprano, y en los adentros se notaba el titilar de luces de lámparas.

Casi seguido a comenzar a transitar por la calle Imbert escuchó los pasos de alguien, miró hacia atrás y alcanzó a ver a un hombre flaco y alto vestido entero de negro y con un sombrero de copa igualmente negro; el propietario de la casa referida siguió caminando y pocos segundos después volvió a mirar hacia atrás encontrándose con la misma figura del hombre que había visto anteriormente, pero esta vez notó que dicho hombre estaba más alto, que tenía una estatura mayor a la que él había observado originalmente; por lo que se sintió extrañado y prosiguió caminando mientras pensaba al respecto.

Muy poco después nuevamente miró hacia atrás y esta vez vio que el hombre notoriamente había crecido más, lo cual aumentó su extrañeza y cierto miedo empezó a penetrarle, razón por la que procedió a acelerar sus pasos.

Pero la curiosidad lo seguía intrigando: iba preguntándose:

-¿Cómo es que este hombre ha crecido tanto en tan pocos segundos?

Miró nuevamente hacia atrás y esta vez se detuvo para encontrarse con que el hombre había alcanzado una estatura superior a la de una casa y que ese hombre tan alto se dirigía hacia él; el miedo se le incrementó al ver aquello y procedió a acelerar su caminata hacia su casa.

Pero nuevamente la curiosidad volvió a picarle y miró otra vez hacia atrás: el hombre que lo seguía había alcanzado el tamaño de tres casas.

El propietario en cuestión entró en pánico y procedió a correr, pero simultáneamente veía hacia atrás alcanzado a ver cómo el hombre detrás de él seguía creciendo mucho más, cada vez más y más.

El propietario llegó exhausto y prácticamente muerto de miedo a la puerta de su casa, la casa de la calle Imbert esquina Antera Mota, frente a la Ferretería Canahuate, de Puerto Plata, y con enorme premura sacó la llave de su bolsillo derecho del pantalón, abrió la puerta, entró rápidamente y cerró la puerta con tanta rapidez que el sonido del cierre de la puerta se escuchó con gran estrépito.

Inmediatamente el aterrorizado propietario cerró así dicha puerta se sintieron pasos fuertes y un fuerte y fugaz  viento acompasado con dichos pasos.  Tras desmayarse y despertar rodeado de sus familiares todo eso se lo narró a éstos dicho propietario, todavía lleno de pánico. En toda Puerto Plata nunca se había escuchado de algún caso igual.

Por Lic. Gregory Castellanos Ruano

Nota: Supuestamente esto ocurrió de verdad. Dicha narración es una de dos que  hacía mi padre siendo yo un niño. Por pura casualidad, hace un año o menos tiempo, hablando con mi esposa surgieron a colación dichas narraciones y élla me dijo que las mismas habían sido escuchadas por élla también en sus tiempos de niñez y que las escuchó de boca de su hermano mayor Noli Musa. Como es natural, la generación de mi padre era anterior a la generación de Noli Musa, es decir, que estamos hablando de que en dos generaciones distintas habían persistido las narraciones en cuestión, cada uno de éllos sabiendo que ella procedía, a su vez, de una época anterior a las respectivas de éllos.