gregory castellanosLic. Gregory Castellano Ruano    

I

Chocan los dos frentes:

uno frío y otro caliente.

Los vientos se agitan, se agitan;

y nubes y vientos forman un remolino;

se arremolinan, se arremolinan,

primero lentamente, lentamente,

y el remolino va tomando fuerza

y su velocidad aumenta,

acelera vertiginosamente.

Todo gira alrededor de su centro.

Vientos, nubes, agua, un todo agitado como si se estuviera en el momento mismo del funcionamiento de la máquina o de la energía de La Creación.

Dios hizo un ademán violento

y de ahí surgió esta criatura cargada de muerte y destrucción.

Llega a los cielos,

sopla, acumulando velocidad a medida que bufa,

aventa como todo torbellino, pero

este es un torbellino gigantesco que almacena

y agiganta más y más

sus fuerzas descomunales cada momento que pasa.

Con sus nubes envuelve

todo el horizonte

de manera inclemente.

A tanta fuerza reunida

no le es ajena la energía,

su interior de repente despide rayos, relámpagos y centellas de muerte

que alumbran las unidas y extendidas

nubes negras, grises y blancas,

y truenan estrepitosamente

y se mantiene esa actividad en su seno

acompañándole en su trayecto.

II

Estamos situados

no sólo en el trayecto del Sol,

sino también

en el trayecto

de los huracanes.

III

La calma más solemne a su paso le precede…

Como toda calma

que precede a toda tormenta.

Al acercarse,

su silbar de murmullo

se transforma en ronco rugido de León

que permanece.

Cruza rugiente y trágico,

con estruendo pavoroso,

con silbidos lúgubres que sólo anuncian destrucción y muerte:

es un viento trágico,

un viajero violento en el cielo,

este caminante en el cielo.

IV

Enrrumba decididamente,

unas veces directamente,

otras veces alocadamente,

con su carga de vida y muerte,

se aprecia en forma más inmediata, por ser la más impresionante,

la que causa dolor y muerte.

Va empujando atropelladamente olas en el mar,

tornándolas agigantadas.

Como si se tratase de una incontrolada criatura

que ha apretado fuertemente los dientes para arremeter contra todas las cosas

que en su camino se interpongan.

Su fuerza es destructiva:

sus ráfagas, furiosas ráfagas de viento y agua,

se van llevando todo por delante.

En sus ráfagas

flota la furia.

V

¡Furia de Dios sobre la Tierra!

Dicen algunos.

¡No!: ¡Es actuación de la Naturaleza del planeta

que para cumplir su cometido

para con éste,

se transforma en destrucción

para renovar en la creación!

Señalan otros.

Extraño fenómeno de vida y muerte.

Es «el aire acondicionado de la naturaleza«, dicen unos; es «el dedo de Dios sobre la Tierra«, dicen otros.

Sus vientos empujan las aguas,

es un hirsuto de la fuerza;

la vorágine de sus vientos

ciegamente

tritura y devora todo.

VI

La noticia de su trayectoria

y de su avance hace despertar

intranquila a la ciudadanía.

¡Alarma, tensión a rebato en la ciudad!

¡Agitación y terror!

¡Qué sobrecogimiento causa pensar que puede tocarnos su terrible poderío!

Que sobre nosotros se precipite desbocado

este fenómeno

en el que muchos, todos,

pierden algo, si acaso no todo.

Su amago

es un recordatorio

del estado de indefensión del hombre sobre la Tierra.

Es un poderoso

capaz de alterar los destinos de todos.

VII

Los que han podido conocer de cerca

parecida experiencia

sólo hablan de miedo,

de que pone a zumbar las ramas y las hojas,

de que el mar se inquieta,

de que barre la tierra,

de que contemplarlo es espantoso,

de que muchas veces ni el rejuego de las ventanas y de las puertas tienen capacidad de detener las ráfagas,

de que arrebata todo,

de escombros,

de que si se mete puede atravesar los montes,

de tratar de sobrevivir a la destrucción,

de que después de su paso las aguas quedan calmas

y que se sale a preguntar quiénes sobrevivieron,

qué cosas fueron sepultadas, qué casas y plantas fueron arrancadas,

en general, quiénes y qué

resistieron a tan poderoso empuje

y de recomenzar la vida.

Hablan de los demonios del huracán.

VIII

Un antiguo ancestro tuyo, huracán, siglos ha,

frustró el proyecto del Almirante de la Mar Océana

de fundar a Puerto de Plata,

obligándolo a él y a sus naves a batirse en retirada

desde Cafemba

hacia el Oeste

donde terminó fundando otra ciudadela

a la que llamó La Isabela.

IX

Hoy, tú, huracán, apuntas

hacia Puerto Plata…

¡Ojalá y Dios intervenga

para salvarla de tu amenaza

y te desvíe hacia donde daños causar no puedas!

Por Lic. Gregory Castellanos Ruano

Poema inspirado al escuchar por primera vez el tema musical instrumental «Hurricane« del grupo estadounidense «The Ventures« y por los recuerdos de mil novecientos setenta y cinco (1975) de la alarma causada por el anuncio de que el huracán Eloísa pasaría por Puerto Plata. 13/6/2015.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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