Pavel Isa Contreras
Desde la estrecha perspectiva de la macroeconomía, este año que finaliza parecería de ensueño. La actividad económica se ha expandido de forma notable, lo cual no sólo se advierte por las cifras oficiales del PIB cuyo crecimiento se pronostica en cerca de 7%, sino también por otros indicadores relacionados como las recaudaciones impositivas y el crédito al sector privado. Todas las actividades económicas habrán terminado con un nivel de producción total mayor que en 2013. Las de mayor crecimiento serán la minería, la construcción y el turismo.
Además, la inflación ha permanecido baja, tanto que terminará por debajo del límite inferior de la meta que se propuso el Banco Central (3.5%). Una agresiva política monetaria por parte del Banco Central en la captación de depósitos a través de la colocación de sus títulos en el mercado y una apreciable estabilidad cambiaria en los últimos tiempo han contribuido a ello.
La tasa de desempleo también se redujo, si bien sólo moderadamente. Entre octubre de 2013 y octubre de 2014 cayó en casi un punto porcentual, aunque la calidad de los empleos que se crean sigue siendo precaria.
Por último, las cuentas externas también han mejorado. El déficit de cuenta corriente de la Balanza de Pagos terminará probablemente entre US$2,200 y US$2,300 millones. Entre 2010 y 2012, este fue, en promedio, de algo más de US$4,100 millones, y en 2013 fue de cerca de US$2,500 millones. Eso significa que se necesita menos deuda externa o inversión extranjera para cerrar esa brecha, y menos presiones en el mercado cambiario. Desafortunadamente esto tiene que ver principalmente con las exportaciones de oro y con menores importaciones de hidrocarburos, y no con un dinamismo exportador en la agropecuaria o la manufactura.
Sin embargo, cuando se escarba un poco más y se trata de ver más allá de las cifras macroeconómicas agregadas, se advierte que, en lo fundamental, poco ha cambiado en este año 2014.
Sigue prevaleciendo el modelo macroeconómico de crecimiento con estabilidad en base a déficits públicos relativamente elevados y sostenidos, al crecimiento del endeudamiento público, y al sostenimiento de la enorme represa monetaria por parte del Banco Central. Está claro que el modelo no se puede sostener a largo plazo porque las finanzas públicas no lo soportan. El gobierno ha mostrado que está consciente de ello y para 2015 prevé reducir el déficit y el financiamiento al sector público, pero parece estar tardando más tiempo de lo que debería para alcanzar esa meta, y la consecuencia de eso es más deuda y mayores compromisos a futuro.
Mientras tanto, la deuda del Banco Central con el público alcanza ya los RD$340 mil millones de pesos, equivalente a algo menos de US$8 mil millones, y antes que ceder, se prevé que siga creciendo gracias a las elevadas tasas de interés que pagan. El resultado de esta política es que prevalecen tasas de interés más elevadas de lo deseable, y que proyectos de inversión que podrían generar más empleos no terminen realizándose.
De otra parte, más allá del bien valorado esfuerzo en materia educativa que ha implicado sostener un relativamente elevado gasto en esta área, no se observan mayores avances en lograr mejoras en la calidad del gasto público, una pieza crucial para una buena política pública y para lograr que el crecimiento se traduzca en bienestar de la gente. Si hay avances en materia son pequeños o no se notan. El dinero del público sigue alimentando una maquinaria política que se resiste a la transparencia y a los controles.
Tampoco ha habido cambios relevantes en materia de desarrollo productivo y en los empleos. El esfuerzo por impulsar la pequeña producción agropecuaria es loable pero muy limitado, y las políticas de desarrollo productivo siguen siendo muy débiles. No está de más recordar que el aumento de la productividad y el aprendizaje tecnológico es probablemente el instrumento más poderoso para el desarrollo en sentido amplio.
Por último, aparte de la educación, en política social el gobierno ha seguido concentrando su apuesta en conjunto de programas. Probablemente los de mayor valor son el de atención a la primera infancia y el de erradicación del analfabetismo. Sin embargo, éstos están lejos de conformar una nueva política social, y el lado más débil sigue siendo la salud y la seguridad social. En esto, en 2014 no se hizo la diferencia.
En síntesis, en 2014 el país repite la historia que combina logros macroeconómicos con fracasos en reformar de manera sustantiva y decidida la política pública y el Estado, para que éstos sirvan al desarrollo.