No se trata de adentrarnos en describir el drama que narra Alex Ubago en la canción que tiene el tema que hoy encabeza nuestro artículo, sino dejar algunas pinceladas del no miedo que existe en los delincuentes para cometer cualquier tipo de delito.
Hay como una especie de desafío a las mismas autoridades como cuando el ratón reta al gato a que lo atrape.
El ciudadano respetuoso de las leyes, cumplidor de sus obligaciones siente vergüenza cuando la compañía de electricidad le corta el servicio y su vivienda es la única en la barriada que permanece a oscura.
El sinvergüenza le importa nada. Se las ingenia para “conectarse” otra vez.
Años atrás, el ladrón ejecutaba su “trabajo” amparado en la oscuridad o en lugares solitarios y desolados.
Ahora, van a los mismos establecimientos comerciales y a las residencias habitadas o no y a plena luz del día!
Las cámaras ya no alejan a los delincuentes. No se cubren ni el rostro. ¿Para qué? ¡ No hay consecuencias!
Se castiga al ladrón de una mano de plátanos. Al que se roba ocho chinolas! Cae todo el peso de la ley una lata de leche para su madre enferma!
A los que desfalcan al Estado…nosotros les llamamos “supuestos” “presuntos”…porque los actores de la justicia pocas veces admiten pruebas para condenarlos.
Expedientes vacios en contubernio por el “hoy por ti y mañana por mi”. No hay consecuencias!
Asaltan a los mismos militares de alta jerarquía. Secuestran regidor (véanse en ese espejo muchos funcionarios, regidores, síndicos, legisladores, gerentes, administradores,vice Ministros, Ministros, usted, nosotros).
¡No hay miedo a consecuencias! Se roba supuestamente muchos millones o se contribuye a eso…me apresan…prometo cooperar con las autoridades…devuelvo una parte…no voy preso…quedo rico y suelto!
¡No hay miedo a consecuencias! Después…soy el mejor en el pueblo. Doy ofrendas, construyo parroquias y pequeños templos, dono algo para obras sociales, lanzo la primera bola en torneos, coopero con los partidos…llego a ser candidato …y ¡Quién sabe!
Y nosotros simples ciudadanos sin entender muchos de esos procedimientos de “alta política”, como no lo hacemos con el movimiento de las olas en el mar y cómo estallan en blancas risas al llegar a la orilla y el niño que corre hacia ellas sin miedo a nada.